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Woody Allen

4/5/2017

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Allen dirigió, escribió y protagonizó Annie Hall, película considerada por muchos como una de las mejores comedias de la historia del cine, y la cual recibió el premio Óscar al Mejor director en 1977.

Allen empezó su carrera como humorista a los 16 años, siempre asociado a otros humoristas. A los 17 años tomaría la decisión de adoptar el seudónimo de Woody Allen.

Comenzaría a trabajar individualmente, llegando a ejercer la tarea de director de sus espectáculos en la cadena de hoteles Borsch Belt de Nueva York, donde ya habían trabajado otros humoristas importantes como Jerry Lewis.

En 1968, rueda su primera película (primera película completamente escrita y dirigida por él y en la que actúa como un ladrón), Toma el dinero y corre.

Al comienzo fue difícil encontrar una productora que financiara el proyecto, hasta que Palomar Pictures decidió apoyarlo. Aunque la productora no estuvo muy contenta con el resultado final, la película resultó ser un éxito de público.

Después de este éxito, a Allen no le costó trabajo encontrar algún estudio que siguiera pagando sus películas. En 1970 firma un contrato con United Artists, y comenzaría a rodar su segunda película Bananas.

En 1977, tras filmar El dormilón (1973) y Love and Death (1975), Allen realiza la película con la cual obtendría su primer premio Óscar: Annie Hall.

​A partir de ese momento, Allen alcanza el éxito como director y guionista y también como actor, con la realización de películas ambientadas principalmente en su querida Manhattan, siendo uno de los primeros directores estadounidenses en reivindicar a cineastas europeos como Ingmar Bergman.
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En 1979 realiza la película que lo consagraría como director, Manhattan; filmada en blanco y negro, con largas e imponentes tomas de la localidad de Manhattan.
Esta película está considerada un clásico de la historia del cine.

En el verano de 2007 rodó la película Vicky Cristina Barcelona en Barcelona, Oviedo, Avilés y La Felguera donde participaron intérpretes como Scarlett Johansson, Penélope Cruz (ganó el Óscar a la mejor actriz de reparto) y Javier Bardem.

Tras grabar en París la película Medianoche en París filmó A Roma con amor, que fue grabada en Roma con Alec Baldwin, Ellen Page, Roberto Benigni y de nuevo con Penélope Cruz.

Dicha película está formada por cuatro historias que transcurren en la capital italiana y que posee el humor característico de Allen.

En 2013 estrenó la película Blue Jasmine, ambientada en San Francisco y Nueva York, y protagonizada por Alec Baldwin y Cate Blanchett.

El filme recibió buenas críticas; Allen recibió una nominación al Óscar al mejor guion original y Blanchett se llevó el premio a la mejor actriz en la misma ceremonia.

​El mismo año, Allen filmó en Niza, Francia, la comedia romántica Magic in the Moonlight, ambientada en 1920 en la Costa Azul y protagonizada por Colin Firth y Emma Stone.

Allen ha producido desde 1969 un total de 45 películas, una cada año.

Tiene el récord de más nominaciones al Oscar en la categoria de Mejor guion original, 16 veces ha estado en la terna, de las cuales ha ganado el premio de la Academia en tres ocasiones por Annie Hall en 1977, Hannah and Her Sisters en 1986 y Medianoche en París en 2011.

Logra hacer una película al año gracias a sus presupuestos estrictos. Su elenco recibe el mismo pago, sean famosos o no.

Escribe sus guiones en máquina de escribir. No tiene una computadora.

No permite que editen sus películas para aerolíneas o transmisiones en televisión. Tampoco le interesa incluir material extra en los DVD’s o Blurays de sus películas, por eso no encontrarás comentarios de él cuando compres algo de su filmografía.
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​El presupuesto medio de las películas de Woody Allen está fijado en aproximadamente $20 millones de dólares, una cifra ínfima en comparación con las titánicas inversiones de muchos filmes de actualidad.

Cuando el director neoyorkino se ha extralimitado del presupuesto asignado, la productora se ha limitado a descontarlo directamente de su sueldo.

Woody Allen, quien cobra como director, guionista y, en su caso, como actor, percibe el sueldo marcado por el sindicato y un porcentaje de los ingresos en taquilla.

Normalmente, el rodaje de sus películas se condensa en los meses de octubre a diciembre, tras los cuales durante la Navidad se dedica al montaje de las mismas.
Lo más frecuente es que tras la edición, Allen exija repetir tomas y rodar nuevas escenas, para lo cual suele dedicar unas seis semanas desde enero.

Finalmente, la película está lista para su estreno a finales de mayo, por lo que dedica cada verano a la escritura de un nuevo guión.

Cuando el director llega al plató no permite que el resto de actores entren. Lo primero que hace es decidir la puesta en escena junto a su director de fotografía. Solo tras la iluminación deja que los actores entren y les explica por dónde quiere que caminen.

Los planos suelen rodarse en cuatro o cinco tomas. Con frecuencia, el propio Woody Allen no sabe con certeza lo que se va a rodar al día siguiente.

No existe un plan de rodaje exhaustivo ni un guión técnico, apenas hay ensayos previos. Allen confía más en la espontaneidad del momento que en la planificación excesiva.

Lo más normal es que el director nunca filme con la luz directa del sol. Prefiere esperar largas horas hasta que el cielo se nuble. Esa es una de las razones por las que prefiere rodar durante los meses de otoño e invierno.

Una de las señas de identidad en el estilo del director neoyorkino se encuentran en sus largos planos.
​Al contrario que la mayoría de realizadores, quienes suelen recurrir al plano contra plano durante las conversaciones, Woody Allen prefiere mantener los diálogos dentro de una misma toma.

Otra característica de su técnica cinematográfica es la facilidad con que los personajes salen o entran del cuadro sin ningún problema.
Un hecho insólito en el cine norteamericano donde el barómetro de muchas de las estrellas de Hollywood se mide por los segundos y primeros planos que aparecen en pantalla.

​En muchos de los diálogos del cine de Woody Allen podemos ver cómo los protagonistas cambian de habitación sin que la cámara los siga y siguen hablando desde ellas, completamente fuera del plano.
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