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La Monalisa de Leonardo da Vinci

4/11/2017

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El Retrato de Lisa Gherardini, esposa de Francesco del Giocondo, más conocido como La Gioconda, también conocida como La Mona Lisa, es una obra pictórica de Leonardo da Vinci.

Fue adquirida por el rey Francisco I de Francia a principios del siglo XVI y desde entonces es propiedad del Estado Francés.

Actualmente se exhibe en el Museo del Louvre de París.

La Gioconda deriva de la tesis más aceptada acerca de la identidad de la modelo: la esposa de Francesco Bartolomeo de Giocondo, que realmente se llamaba Lisa Gherardini, de donde viene su otro nombre: Mona (señora, del italiano antiguo) Lisa.

Leonardo dibujó el esbozo del cuadro y después aplicó el óleo diluido en aceite esencial.

La técnica empleada, conocida con el término italiano de sfumato, consiste en prescindir de los contornos netos y precisos típicos del Quattrocento y envolverlo todo en una especie de niebla que difumina los perfiles y produce una impresión de inmersión total en la atmósfera, lo que da a la figura una sensación tridimensional.

La fama de esta pintura no se basa únicamente en la técnica empleada o en su belleza, sino también en los misterios que la rodean.

Además, el robo que sufrió en 1911, las reproducciones realizadas, las múltiples obras de arte que se han inspirado en el cuadro y las parodias existentes contribuyen a convertir a La Gioconda en el cuadro más famoso del mundo, visitado por millones de personas anualmente.

Debido a la minuciosidad de su técnica y también a sus muchas otras ocupaciones como inventor y diseñador, la producción pictórica de Leonardo es extremadamente escasa: los expertos reducen las obras de autoría relativamente segura a apenas una veintena, y de ellas muy pocas cuentan con pruebas documentales concluyentes.

Entre sus pinturas más destacadas están La Virgen de las Rocas, La dama del armiño, el mural de La última cena y, la más famosa de todas: La Gioconda.

Es además la última gran obra de Leonardo, si se tiene en cuenta que siguió retocándola hasta sus últimos años.

Después de terminar el cuadro, Leonardo llevó su obra a Roma y luego a Francia, donde la conservó hasta su fallecimiento en su residencia del castillo de Clos-Lucé.

Se sabe que pasó a manos del rey francés Francisco I, aunque no está claro si fue en 1517, antes de la muerte del artista, o con posterioridad a su fallecimiento en 1519.

Tras la muerte del rey, la obra pasó a Fontainebleau, luego a París y más tarde al palacio de Versalles. Con la Revolución francesa llegó al Museo del Louvre, lugar donde se trasladó en 1797.

En 1800 Napoleón Bonaparte ordenó sacar el cuadro del museo y colocarlo en su dormitorio del palacio de las Tullerías hasta que lo devolvió al museo en 1804.

Allí se alojó definitivamente, salvo un breve paréntesis durante la Segunda Guerra Mundial, cuando el cuadro fue custodiado en el castillo de Amboise y posteriormente en la abadía de Loc-Dieu.

Hasta 2005 se ubicó en la Sala Rosa del Louvre, y desde entonces se encuentra en el Salón de los Estados.

El cuadro se pintó sobre una tabla de madera de álamo recubierta por varias capas de enlucido.20 Se conserva en una urna de cristal de 40 mm de espesor a prueba de balas, tratada de manera especial para evitar los reflejos.

La cámara que alberga el cuadro está diseñada para mantener una temperatura constante de 20 °C y 50.0 por ciento de humedad relativa, con lo que se busca garantizar las condiciones óptimas para la estabilidad de la pintura.

Según otros expertos, las cejas depiladas eran habituales en las damas de alcurnia florentinas; o Leonardo evitó pintar las cejas y las pestañas para dejar su expresión más ambigua, o tal vez porque nunca llegó a terminar la obra.

La dama dirige la mirada ligeramente a su izquierda y muestra una sonrisa considerada enigmática. Cuenta Vasari que:

Mientras la retrataba, tenía gente cantando o tocando, y bufones que la hacían estar alegre, para tratar de evitar esa melancolía que se suele dar en la pintura de retratos.

Sobre la cabeza lleva un velo, signo de castidad y atributo frecuente en los retratos de esposas.

El brazo izquierdo descansa sobre el de la butaca. La mano derecha se posa sobre la izquierda.

Esta postura transmite una impresión de serenidad y de que el personaje retratado domina sus sentimientos.

La técnica de Leonardo da Vinci se aprecia con más facilidad gracias a la inmersión de la modelo en la atmósfera y el paisaje que la rodean, potenciada además por el avance en la "perspectiva atmosférica" del fondo, que sería el logro final del Barroco, donde los colores tienden al azulado y la transparencia, aumentando la sensación de profundidad

En el siglo XVI Leonardo da Vinci pintó a Mona Lisa buscando el efecto de que la sonrisa desapareciera al mirarla directamente y reapareciera sólo cuando la vista se fija en otras partes del cuadro.

​El juego de sombras refuerza la sensación de desconcierto que produce la sonrisa. No se sabe si de veras sonríe o si muestra un gesto lleno de amargura. 
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